EL VERDADERO ATEÍSMO

   La lógica más absoluta expresa que si alguien cree, firmemente, que, tras la muerte, se acabó todo, produciéndose la extinción radical del individuo, física y psíquicamente, la única opción que le queda, como planteamiento existencial, para toda su vida, es el máximo egoísmo. Si no, sería un hipócrita. No hay un Dios que te va a “castigar”, en un futuro, en otras dimensiones, o en otras reencarnaciones, por tus actos. No tienes Alma, por lo tanto, tus actos no tendrán consecuencias futuras, por cuestiones kármicas, de Justicia cósmica, etc., y, por lo tanto, se puede hacer lo que se quiera, por muy bárbaro, criminal y depravado que sea, porque da igual. Sólo hay que responder, como mucho, a la justicia humana, en función de la época y lugar y de la capacidad que se tenga para corromperla, anularla o sortearla. Por lo tanto, como toda conciencia individual acaba con la muerte, la vida sólo puede afrontarse desde la óptica del completo egoísmo, tratando de aprovecharse, al máximo, de los demás, para lograr la máxima satisfacción egoísta en cada momento.

   Si alguien, desde un categórico e indudable convencimiento, defiende que, tras la muerte, su percepción como individuo finaliza: que no hay Alma, que no hay Espíritu; que no hay entidades en dimensiones más sutiles; que no existen otras dimensiones; que no existen entidades divinas ni demoníacas en otras dimensiones; que las experiencias de todos los pueblos primitivos con ayahuasca, etc., etc., son una farsa, etc., la única opción que queda es ser el mayor hijo de la gran p_ _ _ que pueda.

   Cualquier persona, si pensase que se acaba todo con la muerte, sólo podría abordar la vida, coherentemente, con su Ateísmo total, desde el mayor hijoputismo, egoísmo, canallismo… posible. La vida hay que aprovecharla al máximo, porque no hay nada después de la propia muerte, y, por tanto, hay que intentar obtener el máximo beneficio y placer, a costa de los demás. No hay otra opción lógica y coherente con el verdadero ateísmo que ser lo más egoísta y canalla que se pueda.

   ¿Por qué, entonces, muchos ateos tratan de disfrazarse de personas “buenas”, empáticas, sociales, compasivas…? Es una total incongruencia. ¿Será que, en el fondo, tienen cierta creencia de que, quizás, no todo se acabe con la muerte?

   Que un ateo utilice la palabra Alma, por ejemplo, en algún poema, no tiene lógica alguna y es una incongruencia, para alguien que no cree en su existencia.

   El altruismo no tiene ningún sentido, ni la compasión, ni la empatía… Ningún valor ético y moral elevado, asociados al Alma, al Espíritu y lo Divino, tienen el más mínimo sentido y justificación desde una perspectiva de total coherencia con una absoluta convicción de que, con la muerte, el individuo y su conciencia desaparecen drástica y definitivamente, para siempre.

   Todos los valores exclusivamente connaturales a lo que es el verdadero Espíritu y a lo Divino: Belleza, Paz, Luz, Bondad, Amor, Justicia, Misericordia, Creatividad y Arte sublime, Compasión, Perdón, Altruismo, Cooperatividad, Sabiduría, Inteligencia, Felicidad, Humildad, Templanza, Serenidad, Comprensión, etc., no tienen el más mínimo sentido desde una percepción tajantemente atea. Un verdadero ateo completamente convencido sólo trataría de disfrazarse con alguna de esas virtudes, para lograr sus egoístas objetivos. Sin Espíritu, esas cualidades connaturales al Espíritu, no pueden existir, sino sólo sucedáneos, disfraces, hipócritas apariencias…en relación con alguna de esas virtudes.

   Sin Espíritu, y, por ende, sin las cualidades inherentes al mismo, sólo hay lugar para el máximo egoísmo; máxima maldad; depravaciones de todo tipo; delincuencia de todo tipo; criminalidad de todo tipo; execrabilidad de todo tipo… Es así, tal cual. La máxima maldad tratará de disfrazarse de bondad, como método de supervivencia y para poder actuar con impunidad.

   Pero hay cierta absoluta maldad que sí cree en entidades demoníacas de otras dimensiones y las adora; y, por tanto, cree, también, en su contraparte: en entidades divinas, angélicas, crísticas, etc. Promueve el ateísmo, para actuar con impunidad, sin ser perseguida.

   Muchas personas que se autodefinen como ateas, se han criado con una educación religiosa: cristiana, budista, hinduista… No pueden evitar que los valores espirituales y morales con los que han sido educados, durante su infancia, les influyan, en mayor o menor medida, de ahí que su ateísmo es un ateísmo un tanto “descafeinado” e incongruente. Necesitan sentirse “buenas personas”, para poder sentirse éticamente válidas y aceptadas socialmente, en función de las modas de pensamiento mayoritarias en una determinada época y lugar, tratando de amoldarse a lo “políticamente correcto”.

   Un ateísmo descafeinado que se apropia de los valores cristianos, de la ética cristiana, pero desproveyéndola de Dios. Un ateísmo autodefinido como de “izquierdas”, que se apodera de los valores cristianos: preocupación por los pobres, empatía social. El socialismo en el sentido de preocuparse por el bienestar social y de los más desfavorecidos es un valor cristiano, secuestrado por el ateísmo materialista. Apropiarse de los valores cristianos, para poder parecer buenas personas, pero odiando a lo cristiano. Robar las cualidades a lo divino, en una coyuntura desacralizada. Tratar de robar las virtudes de los dioses, pero negando y renegando de los dioses. Por tanto, son virtudes sólo de fachada, porque no están asociadas a la esencia de donde proceden las mismas. Si niegas la fuente real y original de una virtud, sólo se puede disponer de su fachada, con algo meramente epidérmico, de paripé. El ateísmo sólo puede hacer paripé de bondad, de paz, de Amor, de compasión, de serenidad. El ateísmo está abocado, por definición, a la hipocresía, al autoengaño, a una “ética de celofán”, sin sustancia ni raíz.

   Una falsa izquierda “descafeinada” (woke, alineada con el globalismo supracapitalista angloyanquisionista) que defiende un ateísmo “descafeinado” es lo que está más de moda.

  Por otro lado, a lo largo de la Historia, muchas personas autoconsideradas creyentes y religiosas han cometido bárbaras atrocidades, atentando contra los valores connaturales al Espíritu (y, por tanto, en su contra), ya sea por debilidad, por usar una supuesta justificación religiosa para poder dar rienda suelta a sus impulsos más depravados o, porque, en el fondo, su religiosidad tenía unas raíces muy inconsistentes. O sea, que han actuado como si no creyesen en Dios ni en las consecuencias futuras, para sus Almas, en función de los actos cometidos.

   Autoconsiderados ateos que, incongruentemente, actúan como si creyesen en la existencia de Dios, adoptando algunos valores connaturales a lo Divino y autoconsiderados creyentes que se comportan como si no creyese en la existencia de Dios.

   Ateos, que, en el fondo, aunque no lo acepten, en sus subconscientes, son algo creyentes y creyentes que, en el fondo, aunque no lo acepten, en sus subconscientes, dudan de la existencia de Dios.

   Un mundo de incomprensibles paradojas e incoherencias.

    A.K.6

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